Mario Gros y Luis Miguel Bajén

Zaragoza. Mitad de los 80. Un grupo de jóvenes universitarios a los que les gusta hacer música acaban de descubrir que en Aragón hay gaitas, dulzainas, paloteaus y albadas; que en Aragón se hablan tres lenguas (castellano, aragonés y catalán); y que existe una enorme distancia entre la realidad y la representación de la realidad. El punto de partida es musical: más concretamente, música instrumental con criterios de grupo folk. Constituyen el colectivo Biella nuei con tres líneas de trabajo: la investigación, la construcción de instrumentos y la divulgación a través de conciertos. El terreno está prácticamente sin explorar: medir, construir y hacer sonar de nuevo viejos instrumentos; descubrir repertorios y estilos desconocidos; y dar a conocer un patrimonio que creían injustamente olvidado. Allí estaban José Luis Sarrablo, Carlos Campo y Antonio Pereira. Y Luis Miguel Bajén y yo mismo, que decidimos hacernos cargo de lo que pretenciosamente llamábamos “investigación”.

La primera tarea era documentarse, beber agua de las escasas fuentes. Algunos viejos cancioneros, que nos costaba trabajo leer, recogían en pentagrama música tradicional. Sobre el papel, la música nos resultaba distante, nos parecía muerta; en cambio la de los discos transmitía emociones vívidas, auténticas (un término que usábamos entonces con frecuencia). Así que los cinco discos de las Muestras de Folklore Aragonés (1978-1982) se convirtieron en nuestra referencia de cabecera. De forma inconsciente establecimos una supremacía de lo sonoro sobre lo escrito, una idea que conectaba muy bien con otra que flotaba entonces en el ambiente: la oposición entre cultura oficial (la libresca, la de las élites, la universitaria, la urbana) y cultura popular (la oral, la de los humildes, la rural). En un combate tan desigual los jóvenes románticos tienen claro de qué lado deben estar. Y no estábamos solos.

Aunque había algunos precedentes tempranos*, en los primeros 80 se editaron en España algunos trabajos de recopilación sonora extraordinarios, como los discos de la Fonoteca de Materials en Valencia dirigidas por Vicent Torrent o los de la serie La voz antigua del sello Guimbarda. Iniciático fue conocer el catálogo de la discográfica SAGA de Madrid, especialmente las campañas dirigidas por José Manuel Fraile Gil (Madrid, Cantabria, León, Asturias, romancero…), la serie La dulzaina o las publicaciones del Consorcio Musical de Zamora con Alberto Jambrina al frente.

En cuanto a la ideología, primaba entonces el discurso redencionista que se reactivó durante la transición. Utilizado ayer y hoy por multitud de disciplinas (desde el ecologismo a los nacionalismos), consiste básicamente en un análisis creativo del pasado para justificar las acciones del presente. Nada nuevo. Incluye siempre tres fases: descripción de un pasado estático, puro y nebuloso, una arcadia feliz y equilibrada; irrupción de un conflicto, una crisis generada por los otros, los de fuera o por la llegada de la modernidad y el progreso; y la redención que parte de la toma de conciencia de la situación y sus causas y promueve la necesaria tarea de hacer justicia, de volver al orden natural. Aplicado a la música y la tradición oral, el relato funcionaba a las mil maravillas: la emigración, el abandono del mundo rural y los cambios llegados con la incipiente globalización (tecnificación y medios de comunicación de masas) traían la crisis de un secular sistema de vida y de valores y la desaparición casi inexorable de elementos culturales de incalculable valor. Había, pues, que apresurase en la recopilación porque la generación de nuestros abuelos sería probablemente la última depositaria de ese tesoro. Abrazamos sin dudar este credo que nos permitía explicar nuestra actividad y le confería un cierto aire de épica cruzada.

Primeras experiencias de recopilación

En la primavera de 1988 Luis Miguel y yo proponemos a Macario Santamaría, de SAGA, una campaña de grabación de música tradicional documental en la comarca aragonesa de Monegros, territorio con el que teníamos estrecho contacto por nuestro trabajo con la gaita de boto. Esta primera experiencia extensa supuso un importante aprendizaje, tanto durante los meses de preparación como en las intensas jornadas de grabación con la unidad móvil de Tecnosaga por nueve localidades monegrinas. Macario y Josemari, curtidos en el trabajo de campo con algunos de los más experimentados recopiladores peninsulares, nos descubren géneros en los que ni siquiera habíamos reparado y nos muestran métodos de trabajo y de relación con nuestros informadores. En estas encuestas el interés sigue centrado en lo musical aunque la narración oral ya aparece en algunos documentos.

El disco documental Monegros. Música Tradicional de Aragón, con una antología del material recogido y un pequeño libreto con explicaciones, fue el primer trabajo de este tipo en Aragón. Recibió elogiosas reseñas en prensa, un premio del Ministerio de Cultura y la atención de José Antonio Labordeta. Es él quien señala a la Diputación de Zaragoza el interés de este tipo de trabajos y la institución nos ofrece la posibilidad de hacer una campaña intensiva de un año duración.

Para entonces ya habíamos adquirido un grabador digital portátil y registrado en cinta a dulzaineros, gaiteros, músicos populares, dances, fiestas, rosarieros, cantos, romances… La dimensión de un proyecto de envergadura nos producía vértigo. Comprendimos que el autodidactismo entusiasta no era suficientes. Necesitábamos conocer las experiencias de otros, establecer una metodología clara y estructurada y  delimitar los objetivos y contenidos de la recopilación. Así que en 1991, acompañados de nuestra amiga Carmen Orte, visitamos a Joaquín Díaz en su caserón de Urueña (Valladolid). El sabio de Zamora soportó con estoicismo nuestras ansias juveniles y despejó, con sencillez y sentido común, muchas de nuestras dudas. Su biblioteca y su archivo sonoro eran como un oasis para los perdidos en el desierto. De Urueña regresamos con algunas ideas claras. Si nuestro objetivo último era tratar de caracterizar una sociedad, nuestras encuestas deberían ir más allá de nuestros intereses. Teníamos que poner el micrófono a todo lo que pudiera ser grabado, sin prejuzgarlo. Nuestra tarea era ser fedatarios de la de la tradición oral en un tiempo (el presente) y espacio determinado. Decidimos también distinguir con claridad la fase de recopilación (más urgente) de las de archivo, transcripción, clasificación, análisis, divulgación y publicación.

Recogiendo literatura oral

Así que durante más de una década registramos en cinta todo lo que pudimos en más de 150 localidades de las tres provincias aragonesas**.  El peso de lo musical seguía estando allí, pero nuestras encuestas eran siempre abiertas. Para los documentos no musicales usamos el término genérico literatura oral que incluía, además de cuentos y narraciones, todo tipo de géneros orales: acertijos y adivinanzas, anécdotas y chistes, bandos y pregones, brindis y recitados de bodega, dichos, motadas, dicterios, vituperios, epitafios, refranes, fórmulas de todo tipo, oraciones, plegarias,  conjuros, poemas (escolares, políticos, religiosos…), romances recitados (de ciego y de tradición oral moderna), recitados de falda, acumulativos y seriados,  trovos (en prosa y en verso), trabalenguas…

En aquellos años no conocíamos guías acerca de la metodología a emplear: en nuestro caso, íbamos ensayándola y modificándola al avanzar, a veces por ensayo-error, y con las enseñanzas de maestros como José Manuel Fraile o Carlos Porro. Más tarde llegaron algunos manuales y, especialmente para el trabajo con narradores orales, es necesario destacar el resumen de metodología de Carlos González*** como punto de partida para quien quiera realizar trabajo de campo. Pienso ahora en un sencillo decálogo de consejos para recoger literatura oral y géneros musicales privados (romancero, cantos de trabajo, de cuna…) que me hubiera encantado leer entonces, por si a alguien son útiles:

  1. Tratar de ser presentados por alguien próximo al informador
  2. Evitar llegar sin avisar
  3. Dejar claro el objeto y destino final de la grabación
  4. Ir con tiempo
  5. Evitar las horas cercanas a la comida o cena para la entrevista
  6. Hacer la entrevista en el entorno habitual del narrador
  7. Asistir a la entrevista el mínimo número de personas ajeno al entrevistado
  8. Hablar poco durante la sesión y no interrogar
  9. Grabar todo de la forma más discreta posible
  10. Evitar las reuniones numerosas, salvo como toma de contacto

Lo más complicado era localizar los buenos informadores, los “especialistas” de los que habla Joaquín Díaz: esas personas dotadas de singulares cualidades para recibir, crear y transmitir tradición oral. Cuando no teníamos otra forma nos resultaba útil convocar un grupo numeroso. Grabar el repertorio religioso (siempre neutro) era una buena excusa para reunirlos, entablar relación y generar confianza. Durante la sesión observábamos los comportamientos individuales en busca de los “especialistas” (generalmente “las”) que pocas veces coincidían con quien todos señalaban. Tampoco las personas más ancianas solían ser nuestra mejor fuente. En la mayor parte de los casos se trataba de mujeres de más de 50 años que mantenían en uso activo el repertorio por ser abuelas de nietos pequeños o dirigir los rezos de la comunidad, por ejemplo.

Creo que la principal cualidad de un recopilador es saber escuchar. No es nada fácil. Ni frecuente. En nuestro caso tratábamos de explicar con sencillez lo que buscábamos y dejábamos hablar. De vez en cuando lanzábamos alguna idea, alguna palabra, alguna sugerencia si la conversación se iba por otro lado, si esbarraba. Y el resto era escuchar. Un buen escuchador recibe siempre con atención lo que le cuentan. Nos dimos cuenta de que, al contrario que la música, las narraciones orales debíamos grabarlas siempre a la primera porque los narradores no se las contaban a los futuros oyentes, sino a nosotros. Si la técnica fallaba o no estábamos prestos, desaparecía la frescura única de la primera vez. Así que otro buen consejo es que los medios técnicos (grabadores, micrófonos, cámaras…) tienen que ser muy discretos y su presencia y manejo no deben interferir en la conversación.

La clasificación era complicada. Los documentos de literatura oral tienen perfiles muy difusos: ¿dónde  termina el chiste, la anécdota, el sucedido y empieza el cuento? ¿cómo encajar un cuento con canciones, oraciones y fórmulas, todo ello expresado en una misma performance? Examinamos extensos formularios, índices, inventarios y clasificaciones de repertorio bajo los más diversos criterios y elaboramos los nuestros propios. Ninguno era enteramente satisfactorio. Acabamos creando bases de datos informáticas, en las que podíamos usar tantas palabras como fueran necesarias en la clasificación y en las búsquedas, bajo multitud de criterios y en muchos campos. En la actualidad, una buena parte de los más de 7.000 documentos sonoros que recopilamos (que incluyen aproximadamente unos 300 cuentos y otros 700 documentos de literatura menor) se pueden consultar y escuchar en la página del Sistema Integrado de Patrimonio Cultural de Aragón –SIPCA–.

La experiencia de escuchar 

No éramos especialistas en cuentos. Es más, sentíamos una cierta distancia con los “coleccionistas” y “clasificadores” de cuentos, que hacían de ellos piezas de caza que llevar al libresco terreno de filólogos y profesores de universidad, confundiendo la “obra” con el “texto” y, en ocasiones, descontextualizando. Colocar el sello con el número correspondiente a la clasificación tipológica de Aarne-Thompson, analizar el corpus léxico o localizar fuentes literarias no aportaban (entonces y para nosotros) ningún valor a la obra y, en cambio, la cosificaba.

Luis Miguel y yo hemos tenido el privilegio de pasar bastantes horas escuchando a mujeres y hombres contar y cantar en las cocinas o en las mesas camillas de sus casas. Durante un rato desaparecía el zumbido del frigorífico, nos olvidábamos de cambiar la cinta o la batería y nos dejábamos acunar por las palabras en uno de los actos de comunicación más antiguos de la humanidad. A veces con cuentos de ingenio sorprendente como este, en el que la narradora va sacando todas las cartas de la baraja para enhebrar la historia****:

Otras veces eran relatos truculentos o graciosos; en ocasiones pícaros o soeces; también los había épicos, con enseñanzas moralizantes; protagonizados por héroes, reyes y sabios; y por niños, pastores o animales; cortos como un suspiro o largos como las veladas de invierno; con canciones y fórmulas; en prosa o en verso; acompañados de mímica y gestos o con aterradoras inflexiones de la voz.

La magia de la narración oral es escuchar, siempre como la primera vez (por muchas veces que se repita) una historia que se despliega delante de ti; que llega incompleta para que añadas lo que falta; que está pulida de tanto usarse y bruñida de quedarse con lo esencial; de la que desconoces el final aunque lo sepas; que te habla a la vez de otras personas, otros lugares y otros tiempos y de ti, de tu mundo y del presente; y que, además, puedes hacer tuya si quieres para regalarla a los demás. Es la fascinación de oír palabras que nacen, crecen, se mueven, se relacionan, cambian, evocan, sugieren, estallan o susurran. Palabras vivas. La vida en palabras.

Gaitero y profesor de gaita de boto en la Escuela Municipal de Música de Zaragoza

Publicaciones del Archivo de Tradición Oral

Bajén García, Luis Miguel y Gros Herrero, Mario:

1990: Monegros. Música tradicional de Aragón, Madrid: Tecnosaga (LP + libreto)

1992: Camilo Ronzano, gaitero de Las Parras de Castellote, Madrid: Tecnosaga (CD + libreto)

1994: Los dulzaineros de Alcañiz, Madrid: Tecnosaga (CD + libreto)

1994: La tradición oral en las Cinco Villas, Valdonsella y Alta Zaragoza, Zaragoza: Diputación de Zaragoza y Centro de Estudios de las Cinco Villas (libro + CD)

1999: La tradición oral en el Moncayo. Zaragoza: Prames y Diputación de Zaragoza (libro + CD)

1999: La gaita en los Monegros, Zaragoza: Prames y Centro de Desarrollo de Monegros (libro + CD)

2000: “Alan Lomax en Aragón” en Aragón visto por Alan Lomax. Zaragoza: Prames e Instituto de Estudios Turolenses (libro + CD)

2003: La tradición oral en el Moncayo Aragonés. Zaragoza: Diputación de Zaragoza (libro + CD)

Bajén García, Luis Miguel:

2007: La tradición oral en Cetina, Zaragoza: Archivo de Tradición Oral de Aragón (libro + CD)

2010: Músicas de la Tierra. Melodías, bailes y músicos populares en la provincia de Zaragoza, Zaragoza: Diputación de Zaragoza (libro + CD)

2011: Rito y misterio del dance y la contradanza de Cetina, Zaragoza: Ayuntamiento de Cetina y Diputación de Zaragoza.

Publicaciones con grabaciones del Archivo de tradición Oral

2000: La Tradición Oral en Tabuenca, Ayuntamiento de Tabuenca (doble casete)

2008: Romances de ronda en Castejón de Monegros (Huesca). Simeón Serrate, Transcritos y anotados por José Manuel Fraile Gil. Zaragoza: Archivo de Tradición Oral de Aragón y Delicias Discográficas (CD + libreto)

Fuente: AEDA