Comarca Campo de Borja
Aunque la mayoría de los molinos harineros que encontramos por el Moncayo eran movidos por agua, también los hubo que utilizaron la fuerza del viento para moler el grano ya que no siempre había cursos de agua cercanos. Este es el caso del antiguo molino de viento que se conserva en Tabuenca y que no muchos conocen.
Municipio: TABUENCA
Dirección: C. Molino de Viento, 1C, 50547 Tabuenca, Zaragoza
Construido en el año 1600, se levanta en una era a las afueras de esta localidad. Se trata de un edificio en forma de torre circular de losa plana colocada con la técnica de «espina de pez» formando una espesa pared de casi un metro de ancho. Estaba cubierto con un tejado de madera móvil donde se colocaban las aspas y que se adecuaba a la dirección del viento moviéndolo con un largo madero exterior, este se anclaba al suelo una vez orientada la peculiar cubierta. Estaba dividido en 3 plantas donde se colocaban la maquinaria, el grano y la molienda.
La estructura original se modificó cuando perdió su función y se convirtió en pajar, cambiándose la puerta, alterandose las ventanas y llegándose a cubrir con un tejado a dos vertientes. Actualmente no se conserva su tejado, estando cubierto por un cono de metal. En el año 2003 fue adquirido por el Ayuntamiento de Tabuenca para llevar a cabo su rehabilitación, durante la misma se imitó su antigua cubierta de madera cónica pero un aparatoso incendio en enero de 2008 la destruyó cuando casi estaba acabada, sustituyéndose por la actual.
Su forma cilíndrica y situación elevada hizo que algunos de los restos de estos molinos se confundieran con torres vigías pero se conservan varios de ellos por toda la provincia, siendo el de Malanquilla uno de los más grandes que se conocen con 21,20 metros de diámetro exterior frente a los 18,5 metros de nuestro molino tabuenquino.
Como ves, los modernos molinos de viento que nacen como setas en los montes de alrededor del Moncayo tuvieron sus precursores, una energía limpia que molía el trigo y que ahora «hace la luz» en nuestras casas.
Por Rocío Herrera en Encanto del Moncayo