Con vistas al Moncayo, se extiende el oasis de sotos y huertas habitado desde hace más de dos milenios, y que distingue a la comarca del Campo de Borja; olvidada frontera de rico pasado donde el futuro es alentado por el viento que mantiene saludables las viñas, gracias a que seca el ambiente, y a la vez impulsa perspectivas renovables para sus habitantes.
Los giros rítmicos de los aerogeneradores semejan enormes estandartes que, al cielo, señalan los viejos límites que en la comarca del Campo de Borja existieron entre los reinos de Aragón, Navarra y Castilla. Corría el Medievo y, gracias a la pujanza de las familias nobiliarias, los paisajes de labrantíos y frutales fueron testigo de estratégicas expansiones territoriales.
Hasta 250 kilómetros de la comarca están señalizados por sendas practicables a pie o en bici, algunas cargadas de muchas pisadas, pues la comarca se halla en pleno Camino Castellano-Aragonés. Enlaza con Soria, por las mismas calzadas romanas que utilizaron los peregrinos medievales.
Son tierras que fueron tenazmente defendidas por órdenes militares como los Templarios y los Caballeros Hospitalarios.
Además, es donde los tres reinos cristianos (Aragón, Navarra y Castilla) confluyeron para disputar una posición estratégica, para cuya defensa resultó esencial disponer de un eficiente sistema de vigilancia.
El escenario se llenó de fortalezas y torres para proteger el viejo reino aragonés desde cada núcleo habitado. Actualmente, el caminante no debe dejarse engañar por la tranquilidad que respira cada pueblo de la comarca, pues todos esconden ricas historias fronterizas. Como Magallón, que poseyó hasta dos fortalezas, de las que queda la torre del homenaje, convertida ahora en el campanario de la iglesia. Bulbuente, Maleján, Agón y Novillas conservan otras torres que completaban el sistema de vigilancia.
Fuente: María Ramírez, Guía de Ecoturismo Eólico.